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Reflexiones sobre la maternidad

Está todo el tema hormonal. Que el embarazo te altera las hormonas, que te deja la emociones a flor de piel, que te hace llorar por cualquier cosa y que te hace enojar por esas mismas cosas en menos de cinco segundos.

También está todo el tema físico. Que el embarazo te mueve todos los órganos internos para cualquier lado, que te hace sentir molestias y dolores que no se distinguen de qué parte del cuerpo vienen, que te hace dormir en posiciones raras, que hace que esperes a que se caigan al piso varias cosas importantes para recién ahí intentar agacharte.

Sí. Todo eso es cierto. Pero hay algo más que ni eso ni las náuseas ni las molestias y el peso y los dolores ni por asomo llegan a opacar.

Está el tema de lo que no se puede explicar con palabras y que es un milagro: cómo en el propio cuerpo se va formando una nueva vida, cómo se siente crecer desde adentro. Ni tampoco se entiende cómo algo tan pequeño despierta un amor tan grande.

Así me doy la bienvenida a la maternidad, que según dicen es la experiencia más linda, emocionante y desafiante que existe. Estoy en la puerta, a pocas semanas de que se haga realidad. Y ya escuché consejos, opiniones y deseos de todo tipo.

Sé que tengo que dormir lo más que pueda, salir lo más que pueda, descansar lo más que pueda, leer lo más que pueda, ver cuantas películas pueda y tomarme tiempo para mí lo más que pueda. Porque después que nazca no voy a poder.

Y entonces, ante la posibilidad de no dormir, de agotarme, de no saber qué hacer frente a un ahogo o una fiebre o un llanto imparable, de tener que correr a la guardia o de cómo organizar el día surgen todos los miedos y preguntas de madre primeriza. Pero también aparece de nuevo lo inexplicable, el amor que se siente, la alegría, la emoción, la vida misma.

Y pensar inevitablemente en otras experiencias de madre, como la de la mía propia. Y ojalá pueda repetir la misma experiencia. Y ojalá pueda dar tanto amor como el que recibí, ojalá pueda estar siempre en cada situación como mi mamá estuvo conmigo. OJalá pueda aconsejar, acompañar, escuchar como lo hizo conmigo.

Claro que en todo esto tengo presente a Dios, el dador de la vida, el que permitió el milagro de esperar un bebé y el que a través de su Hijo me mostró lo que es el amor incondicional. Y el que puede darme la sabiduría para ser mamá. Y a quien le debo las experiencias de mamá. De la mía en primer lugar, que no sé por qué siento que me dio a la mejor. También, las experiencias de otras mamás de la familia. También las de mamá que ya no están pero que dejaron huellas. También las de amigas mamás y las de otras mamás con las que compartimos situaciones, charlas y aprendizajes.

No puedo dejar de agradecerle a Dios por inventar a las mamás.

Y porque tan sabio es él que además de las mamás biológicas, creó a las mamás del corazón y a las mamás espirituales.

Porque la maternidad es en definitiva dar amor. Y dar amor implica dar tiempo, dar recursos, prestar el oído, dar un consejo. Por eso quiero saludar desde este espacio a todas las mamás, en todas sus variantes.

O sea, saludar a todas las mujeres, que tengan o no tengan mamá, que tengan o no tengan hijos, pero que de una u otra forma recibieron amor y tienen amor para dar.

¡Feliz día!

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