Simples palabras
Las palabras no son sencillas. Podría decirse que son un terrible bolonqui. Veamos el porqué: si partimos, por ejemplo, de una palabra cualquiera como puede ser "mesa", ¿qué nos imaginamos? Seguramente la mesa más próxima a nosotros, como la de nuestra cocina. Bien.
¿Pero en qué se parecen la palabra "mesa" y la mesa de nuestra cocina? En nada. ¿Y por qué entonces a la mesa se le dice "mesa"? Podrán descubrirlo luego de investigar sobre las diferentes teorías linguïsticas, sociológicas, morfológicas, filológicas, históricas y otras "-icas" más. Ingresar a ese mundo, puede resultar sumamente interesante o soberanamente aburrido.
Así que vengo a proponerles un sueño. ¡No, chiste! Vengo a proponerles una simplificación de la cuestión de las palabras. Y como toda simplificación requiere una reducción, inevitablemente quedarán afuera conceptos valiosos.
Volvamos a la mesa (a la palabra, no a la acción de sentarnos alrededor de ella). La palabra es femenina y viene del latín mensa que, contrariamente a lo que el Chavo pudiera decirle a la Chilindrina, se trata del "mueble compuesto de un tablero horizontal liso y sostenido a la altura conveniente, generalmente por una o varias patas, para diferentes usos, como escribir, comer, etc.".
Aún sabiendo esto, la palabra "mesa" sigue sin parecerse al mueble que detalla su definición. Esto ocurre porque las palabras son arbitrarias. Para entender esto, tenemos que pensar en un autor que he llegado aborrecer hasta que, creo, pude entenderlo. Se trata de Ferdinand de Saussure, un lingüista suizo que estudió la palabra y la definió como signo. Así, el signo es una unidad compuesta por dos términos psíquicos, que Saussure llamó: significado y significante. El significado es el concepto (la mesa como tabla) y el significante es la imagen acústica (el sonido "mesa"). La relación entre el significado y el significante, además de arbitraria, es una construcción social que hace que cuando alguien dice mesa, sepamos de qué está hablando aunque no se refiera específicamente a la mesa de nuetra cocina.
Luego de Saussure, apareció otro autor para hacer su aporte: Charles Sander Pierce, quien se propuso estudiar cómo conocemos las cosas. Y resulta que lo hacemos a través del signo, al que él define como una tríada compuesta por: el objeto, el representamen (cualidad material que está en lugar de otra cosa, que representa algo para alguien) y el interpretante (otro signo equivalente, una representación que se crea en la mente de la persona). Cada signo necesita de otro signo para su interpretación; recordemos el ejemplo de la mesa.
La semiología es el estudio de los signos. Y no es nada simple. Porque las palabras, cargadas de sentido que se interpreta, se acepta y se cambia de manera social, tampoco lo son.
Cuando usamos palabras, usamos convenciones sociales. Que, propongo, podamos hacerlo simple: usemos bien las palabras. Usemos las palabras para hacer el bien.
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