Dios, en lo cotidiano
- Romina Mazzaferri
- 24 jun 2015
- 2 Min. de lectura
Según la Primera Encuesta sobre Creencias Religiosas de Argentina, el 91,1% de las personas cree en Dios. Sin embargo, para cada una de ellas, creer es algo diferente. Para algunas, esa creencia tiene que ver con buscar a Dios en momentos de necesidad o de desesperación mientras que para otras, tiene más que ver con eventos sociales y culturales como seguir los ritos y los calendarios de cada religión.
Quizás algunas de esas personas se preguntaron si existe Dios en verdad o, de ser así, por qué permite las guerras, el hambre y los terremotos o dónde estaba él cuando esa persona sufría abuso o era víctima de una injusticia. Por mi parte, desde chica que creo en Dios. Creo que es el Creador de Universo, que es amor, que trae perdón y que ofrece salvación y vida eterna. Pero también hice mis preguntas sobre los porqués de las cosas. Y llegué a ciertas conclusiones:
1. Que yo no soy Dios. No puedo entender con mi mente finita a un ser infinito.
2. Que Dios está en control. Y entonces, aunque vengan momentos de prueba, dolor, incertidumbre, Dios está presente y puede traer paz, alegría en medio de los problemas.
3. Que yo puedo tener fe. Y creer que Dios, en su amor, permite que ocurran ciertas cosas no porque se le escapen sino porque él puede usar algo malo y transformalo en bueno.
4. Que Dios puede serlo también en lo cotidiano. Y ésta es la mejor parte. Porque te cambia la perspectiva.
Porque entonces, Dios, quien maneja los planetas, las galaxias y el infinito; que sabe cuántas estrellas existen; quien conoce lo que va pasar mañana, está ahí frente a tu problema de trabajo, de salud o de familia. Está ahí frente al examen o la entrevista laboral o el quirófano. Pero eso no significa que sea el genio de la botella que está ahí para cumplir deseos. Está para amarnos y para que conozcamos su amor, que es tan fuerte que no deja lugar para el miedo. Aun cuando las cosas no resulten como queremos, él está en control. Y ese amor se ve, se conoce y se comprueba en las pequeñas cosas de la vida porque Dios es también Dios de lo cotidiano.

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