¿Por qué nuestros abuelos escribían sin faltas de ortografía?
Mi abuelo tenía una máquina de escribir y la usaba bastante seguido. Todas las tardes, escribía algo: cartas, sermones para la iglesia o saludos. Si lo conocías, de seguro que para tu cumpleaños ibas a recibir un mensaje suyo mecanografiado. Él no tenía faltas de ortografía ni tampoco tenía la escolaridad primaria completa; sólo había hecho hasta tercer grado.
Hace unos meses, en la provincia de Mendoza, un promedio de siete de cada 10 aspirantes a cubrir un puesto en el Poder Judicial, que eran en su mayoría estudiantes universitarios, fueron reprobados por las faltas de ortografía.
¿Qué pasó?
Por empezar, pasaron casi 100 años. Eso, y toda una serie de cambios no solo en la escuela sino también en la sociedad, en la cultura, en la vida cotidiana.
"¡Viva la libertad ortográfica!" defiende el lingüista experto en comunicación digital, José Antonio Millán, en una nota en el diario español El País, consultado acerca de las nuevos equipos de comunicación y la manera de escribir en ellos. "Lo importante es el contexto", agrega.
Y es que existe una movida que prioriza la comprensión antes que la buena ortografía.
"Lo que nos permita tener una comunicación más rápida y eficaz es ganancia” planetó en una charla Ted Karina Galperín, licenciada en Lenguas y Literaturas Romance de Harvard. Ella propuso “abolir la ortografía tradicional y usar una que se guíe más por la fonética".
Perfecto. Desde este blog nos sumamos a todo lo que ayude a hacer las cosas simples. Pero...
El problema surge cuando, en el afán por simplificar, se produce una mala interprepatación. Y al querer eliminar las hache, unificar la be con la ve corta, erradicar al menos una de las letras ce, ese o zeta, todo ese desbarajuste interfiera con la comunicación.
Del otro lado están entonces los intelectuales defensores de escribir bien. Como Leonardo Gómez Torrego, investigador y miembro del consejo asesor de Fundéu (Fundación del Español Urgente) quien aclaró precisamente que no todo vale: "cuando se confunden las letras, se escribe con ye lo que debe ir con elle, o con be en lugar de uve (ve corta para nosotros), se eliminan las tildes, las haches... no estoy de acuerdo con que no ocurra nada”.
En este mismo sentido, “si los errores no se corrigen, terminan cristalizándose y se perpetúan”, advierte en una entrevista Ana María Borzone, especialista argentina en desarrollo lingüístico y cognitivo que defiende la correcta ortografía. Y que, por otro lado, sostiene que la escritura en cursiva "permite retener mejor la ortografía porque la palabra forma una unidad. El cerebro aprende a escribir las palabras por patrones de movimiento de la mano; el trazo continuo de la cursiva activa justamente circuitos neuronales que favorecen la lectura y la ortografía”.
Entonces, ¿el problema empieza en la escuela? Sí y no.
Porque si les digo que alguien escribió que "para librarnos de un golpe de los errores que á cada paso cometemos en la eleccion de las letras... debemos consultar el modo constante que hai en América de pronuniarlas", seguramente se horrorizarán. Pero ¿y si les cuento que así, tal cual, lo escribió Domingo F. Sarmiento, qué pasa?
¡El educador y presidente propuso simplificar la ortografía! El maestro de maestros, quería eliminar la hache muda, la ve corta , la zeta y la u en palabras como “que”. Y leyó su postura en la Universidad de Chile. Allí propuso lo indicado por Antonio de Nebrija “que cada letra tenga su distinto sonido, que cada sonido tenga su distinta letra”. Pero, el plan de Sarmiento, que buscaba independizar también el lenguaje, no prosperó.
Desde aquí, a modo de conclusión, digo que sí a simplificar el lenguaje para comunicarnos mejor. Pero una vez que lo logremos, procuremos intentar escribir bien. Nuestros abuelos pudieron hacerlo. Y le hace bien a los ojos de todos.