No es una odisea, pero es del 2001. Y habla de mi abuelo.
El siguiente texto es la historia de vida de mi abuelo Claudio, que escribí en el año 2001, como parte de un trabajo práctico para la materia Taller Anual de la Orientación en Periodismo. El viernes 21 de agosto de 2015 se va a exponer, junto otras producciones de alumnos, en el marco de los 30 años de la carrera de Comunicación en la UBA.
“¡Los sacrificios que se hacían antes, cuando uno era chico! Se iba a pie a todos lados por falta de dinero, no era tan común para mí viajar en colectivo” dice José Siri, jubilado de 83 años, que mientras prepara su té con leche de la tarde, recuerda su pasado laboral. Su primer trabajo lo consiguió antes de cumplir los 12 años, como ayudante en una carnicería: “yo veía a los chicos jugando, pero tenía que quedarme a trabajar”, recuerda. Desde entonces, no paró hasta 1999. Su último trabajo fue como empleado en una grifería.
Pero, aunque lamente la falta de dinero de aquel entonces, que no alcanzaba ni para pagar un colectivo, no puede dejar de lado las anécdotas graciosas, como aquella cuando junto a su hermano mayor Ovildo, se coló en un tren que transportaba vacas para ir a trabajar. Mientras colgaban del pasamanos del último vagón, una de las vacas pisó un charco de excremento y salpicó a su hermano.
Entre galletitas de agua (sin sal, por prescripción del médico) para acompañar el té, recuerda historias de los distintos lugares donde trabajó: después de la carnicería, estuvo en una imprenta hasta los 14 años, luego en el frigorífico Anglo y después en el Wilson, de donde lo echaron dos veces. La primera vez, porque cerró como consecuencia del ajuste iniciado a partir del Plan de Estabilización, en 1958, durante la presidencia de Frondizi. Más adelante reabrió como F.A.S.A. y José comenzó a trabajar como vendedor de menudencias. En esa época, la veda sólo permitía dar media res por persona, pero debido a que su gerente solicitó treinta reses para un hombre y le pidió a José que se encargue de la facturación, tuvo que obedecer la orden y ese gesto le costó el puesto: al día siguiente un encargado del sindicato lo despidió, junto a otro compañero de trabajo, por haber facturado más de lo permitido. Luego del despido, el delegado del sindicato, lo hizo ir varias veces al frigorífico con la promesa de que lo iban a tomar nuevamente. Las palabras se las llevó el viento. A fin de año, cambió el delegado sindical, pero no la situación de José, que sólo obtuvo como respuesta del nuevo representante: “andá y hacéle juicio al frigorífico”. Por hacerle caso, él y otros empleados decidieron contratar a un abogado, supuesto amigo de uno de ellos. El defensor prometió la reinserción laboral de los ex-empleados, que en realidad nunca llegó y como si fuera poco, el abogado exigió cobrar sus honorarios. Así que irónicamente, José agrega que tiene “un buen recuerdo” de los sindicalistas delegados, por la “ayuda brindada.”
Durante los 23 años que trabajó estando jubilado, porque con lo que cobraba no le alcanzaba, nunca dejó de aportar. Pero cuando dejó de trabajar (mejor dicho cuando “lo dejaron cesante”) su jubilación no cambió: siguió percibiendo el aporte mínimo.
“Con PAMI no sé qué va a pasar, no le pagan a los médicos. Yo me pregunto quién se lleva la plata”, por esta razón, José y su esposa, Adelina, decidieron afiliarse a una obra social particular.
Luego de tomar el té junto a su esposa, José tiene su momento de lectura. Elige alguna revista o fragmentos de su libro de cabecera: la Santa Biblia, que también la lee por la mañana luego de levantarse a las 5. Al igual que la lectura, para José son infaltables: la caminata de una hora luego del desayuno (con alguna compra, si hace falta), la “siestita” previa a los mates de la tarde y una oración cada mañana y noche.
José también está muy pendiente de su casa: no sólo se encarga de las compras, sino que suele ayudar a Adelina a lavar los platos y hasta hay veces que se ocupa de la ropa. Está muy agradecido de lo que vivió y de la familia que formó: tiene dos hijos, Elsa y Edgardo y tres nietas y aunque el dinero no sobra está satisfecho porque, gracias al ahorro de toda su vida, ahora sí le alcanza para tomar un colectivo cuando tiene que hacerlo.
(Trabajo práctico: "Historia de vida" para el Taller Anual de la Orientación en Periodismo. Noviembre de 2001.)
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