La ira al volante... ¿somos como manejamos?
El peatón casi nunca tiene prioridad; no se respetan las velocidades máximas; el semáforo da lo mismo que esté en verde, en rojo o en violeta, total no se hace respetar; ¿el cinturón de seguridad?, bien gracias...
La locura, las corridas y el estrés de la vida moderna parecen trasladarse al volante. El auto adquiere un sentido de poder frente al peatón así como un colectivo lo adquiere frente al auto. En la calle se da la lucha por el más fuerte.
Movimientos como arrinconar, doblar bruscamente, no frenar en las esquinas, insultar a los demás y hasta amenazar o directamente agredir físicamente son conductas que vemos a diario. De hecho, más de una vez por día. Hace un tiempo, en tan solo un trayecto que duró 45 minutos vi tres situaciones: la primera, un auto que había atropellado a una moto; la segunda, dos conductores discutiendo a punto de bajarse cada uno de su auto porque uno de los dos frenó de golpe y casi chocan y la última, otros dos que lograron esquivarse a último momento. Ninguna de las tres dejó heridas graves; sólo sustos y algunos daños menores.
Pero en Argentina mueren 22 personas por día en accidentes de tránsito. Casi, una persona por hora.
Las propagandas de oganizaciones civiles para prevenir accidentes y las charlas de los instructores de manejo buscan concientizar sobre los riesgos que se corren y se hacen correr a los demás cuando estamos detrás de un volante.
Querer pasar primero, no tener paciencia para esperar un semáforo o una barrera, demostrar que somos los más rápidos, marcar territorio para que nadie (salvo nosotros) se haga el vivo o la viva... A veces me pregunto cómo serían las cosas si todos respetáramos las señales, los límites, el paso de quien corresponde cuando vamos por la calle...
¿Tendremos que cambiar cómo manejamos o más bien tendremos que cambiar cómo somos?