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Una industria, entre copas

(Artículo sobre la industria vitivinícola argentina publicada en la revista "Corrugadores latinoamericanos", especialista en la industria del cartón corrugado)

Desde la antigüedad que el vino ocupa un lugar protagónico tanto en eventos sociales como en una comida en solitaria compañía. Sin embargo, muy pocas veces sus consumidores se detienen a pensar en cómo el fruto de la vid que se balancea en sus copas llegó a la mesa dentro de la botella que acaban de descorchar.

En Argentina se dan ciertas condiciones óptimas para la vitivinicultura. La combinación de suelo, clima, altitud y topografía son ideales para la producción de diferentes tipos de uvas, en una región que abarca más de 2.400 km bordeando la Cordillera de los Andes.

Una vez cosechada y preparada la uva, la mayor parte del vino se elabora en estanques de acero inoxidable, en cemento y en barriles de roble. Y se exporta en botellas embaladas de a 6 o de a 12 en cajas de cartón corrugado de alta densidad. De toda la región, se destaca la provincia de Mendoza, conocida como “la tierra del sol y del buen vino” que concentra, de acuerdo al Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), el 86% de los vinos exportados. En 2015 le siguieron las provincias de San Juan, con el 8,16%, y de La Rioja, con el 2,78%.

LA COPA MEDIO VACÍA

Si bien la cultura del vino despierta cada vez más interés, esta industria milenaria está teniendo cada vez menos motivos para celebrar. Los enólogos, productores y bodegueros tienen no sólo el desafío de lograr un vino de calidad sino también el de lograr el “maridaje” entre las distintas industrias que participan para que la copa del brindis esté llena.

Por un lado, es cierto que hay un auge de cursos de sommelierie, para convertirse en expertos y recomendar el vino apropiado en cada ocasión y también crecen las capacitaciones en cata de vinos, clínicas de aromas y talleres de maridaje. Pero, por otro lado, los cambios en la producción y comercialización de alimentos a nivel global, la creciente urbanización y la desigualdad en el crecimiento económico, entre otros factores, afectan a la industria. Se están perdiendo consumidores de vinos básicos, los competidores internacionales están causando una sobreproducción mundial y en este contexto se hace evidente la falta de planificación local a largo plazo.

Según las estadísticas que compartió Carlos Oviedo, Responsable del Centro de Prensa e Información del INV, la venta total de vinos argentinos al exterior durante el 2015 fue de 2.674.930 hectolitros, lo que muestra un aumento del 1,83% comparado con el año anterior. Pero con un valor FOB de 819.056.300 dólares estadounidenses que muestra una baja del 2,16%. Este valor FOB (Free on board) es el precio de las exportaciones en las aduanas fronterizas incluidos todos los costos de transporte, derechos de exportación y de colocar los bienes en el medio de transporte utilizado. Ocurre que el precio del flete tiene una incidencia importante en la estructura de costos. Para el traslado, en general, se utilizan embalajes de cartón ondulado tipo caja americana o B-1, que cumplen la función de protección y agrupamiento. Estas cajas pueden ir apiladas sobre pallets americanos (de 1,0 x 1,20 m) o sobre pallets europeos (0,80 x 1,20 m). También se exporta vino embotellado en cajas de cartón dentro del container bajo el sistema denominado “Slip Sheet”, es decir, realizando “cargas a piso”. La calidad de la plancha de cartón utilizada determinará la resistencia del embalaje durante los ciclos de distribución, transporte, carga y descarga y almacenaje. Además se deberá procurar que el sistema de apilamiento y consolidación, la forma y tamaño del mosaico de palletización y el espacio de carga en el pallet sean los óptimos para que la carga resulte estable y compacta.

CARTA DE PRESENTACIÓN

“El embalaje, una vez resuelto, cumple con las exigencias técnicas de almacenaje y de transporte” comienza explicando Pedro Fuentes Navarro, productor riojano de vinos y director de la bodega Los Navarro. “Hay que evitar que el embalaje utilizado para transportar las botellas pase a ser basura en los puntos de venta una vez que cumplió su función principal; hay que favorecer su utilización hasta último momento”, agrega. Y para ello propone darle a la caja otra función primordial: la de ser la carta de presentación de los vinos.

Fuentes Navarro marcó un hito en la industria vitivinícola riojana por promover un esfuerzo transformador y por integrar tecnología y medioambiente. En su bodega se practica el cultivo ecológico sin herbicidas, abonos ni productos fitosanitarios sintéticos. Además, fue presidente de la Asociación de Vitivinicultores "Cordón del Velasco" (ACOVE) que nuclea a pequeños productores de vinos de La Rioja para darle más impulso a sus productos.

Dentro de la cadena de producción, Navarro destaca que es necesario utilizar colores, diseños creativos y promocionales gráficos “para llevar y utilizar el embalaje en el hogar”.

“Entre los factores de venta hay un punto muy importante, sino el más importante, y es que cuando ves una caja full-color y con troqueles, ese embalaje pasa a ser expositor. Ahí es cuando uno empieza a replantearse la funcionalidad de dicho insumo, que como toda célula suma al conjunto general para lograr un buen producto, pero que en el caso de los embalajes son la carta de presentación de los vinos y los predecesores de las etiquetas”. Además sugiere ir más allá, “innovando en los materiales utilizados para lograr superar algunas características clásicas de las cajas actuales, como por ejemplo materiales que aporten impermeabilidad, mayor resistencia a las roturas y al apilado.” Y propone mejoras como “agregar información más dinámica del producto transportado, termómetros para saber la temperatura del producto y códigos QR (de respuesta rápida) y barras para una mayor información de trazabilidad aplicada al cliente”.

Así, el embalaje podría además formar parte del mismo marketing del vino y favorecer el consumo de diferentes varietales. Los varietales son vinos elaborados completamente de una misma cepa. En Argentina, autorizado y regulado por el INV, se requiere un mínimo de 85% de una misma variedad. Así, con uvas tintas se producen: Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Malbec, Merlot, Tempranillo, Syrah, Bonarda, Pinot Noir, Petit Verdot, Sangiovese y Tannat. Mientras que con las uvas blancas se destacan los vinos Torrontés, Chardonnay y Sauvignon Blanc. Si el vino no alcanza ese 85% de una misma uva, se habla de vinos de corte o blend, que poseen un conjunto de dos o más cepas. En la bodega se producen los vinos por cepas independientes y luego se realizan los coupage o assemblage formando el genérico que puede ser bi-varietal o tri- varietal, por ejemplo Cabernet-Malbec- Merlot.

Actualmente, la variedad más elegida tanto dentro de Argentina como para exportación es el Malbec. “Pese a los años y a las diferentes variedades que quisieron imponerle (Tanat, Bonarda o Petit verdot, entre otras) el Malbec es la variedad más buscada y más elegida por el cliente”, asegura Pedro Fuentes Navarro. También coincide José Zuccardi, empresario vitivinícola y dirigente de la bodega mendocina que lleva su nombre, fundada en 1963 por su padre. Zuccardi explica que “este varietal empieza a conocerse cada vez más que en el mundo. Cuando afuera se habla de Malbec siempre se hace referencia a la Argentina. Es un vino que ha recibido excelentes puntajes en concursos internacionales.”

De acuerdo a al Gerente General de Wines of Argentine (WofA), Mario Giordano, “la etiqueta más exportada hasta julio 2016 fue Alamos Malbec, de la bodega Catena, que representa el 4,9% de las exportaciones de argentina de los vinos embotellados”.

A LA SALUD DEL VINO

Sin embargo, Argentina se caracteriza por exportar soja y otras materias primas antes que el producto de la uva, que ocupa el décimo lugar de los complejos exportadores, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC) y de la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR). Los vinos fueron adquiridos principalmente por Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Brasil, Países Bajos, México, China, Suecia, República Federal de Alemania y Suiza, entre otros países, aunque con bajas en el valor FOB.

Luego de la crisis económica y social en Argentina del 2001, el año siguiente fue el más bajo en exportación de vinos, según datos del INV. A partir de entonces un grupo de 600 representantes de la producción y de la industria vitivinícola comenzaron a reunirse en lo que denominaron Foro Estratégico para analizar fortalezas y debilidades de la industria y pensar posibles líneas de acción. De allí surgió el Plan Estratégico Argentina Vitivinícola 2020 (PEVI). La COVIAR, impulsora del Plan, destaca “la presencia de actores dinámicos, las ventajas comparativas, la oferta variada de productos y la presencia del Malbec como cepaje emblemático” como las fortalezas de la industria vitivinícola argentina.

Mientras que las transformaciones que afectan la producción y el consumo mundial de vinos, como las modificaciones en los hábitos de consumo, la emergencia de un grupo de países productores muy competitivos y un creciente poder de los supermercados en el comercio de vinos, hacen cada vez más difícil adaptar la oferta a una demanda global de vinos que tiende a disminuir. Desde la COVIAR remarcan que es necesario invertir una gran cantidad de esfuerzo de todos los sectores. Esfuerzo al que productores y enólogos están acostumbrados porque elaborar un buen vino requiere tiempo, trabajo y sabiduría combinada con tecnología. Y esperar a que ese esfuerzo dé frutos y se pueda, finalmente, brindar a la salud del vino.

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