LO QUE VI EN HAITÍ
- Romina Mazzaferri
- 15 mar 2011
- 4 Min. de lectura
(En Femenina Magazine y periódico El Puente)
Aún antes del terremoto del 12 de enero de 2010 –que tuvo su epicentro a pocos kilómetros de Puerto Príncipe, la capital- Haití era el país más pobre del continente con una historia plagada de esclavitud, dictaduras feroces y golpes de estado. El terremoto dejó un saldo de más de 300 mil muertos, miles y miles de heridos, y destrucción de casas, escuelas, edificios y calles.
La falta de agua potable, el hacinamiento en plazas y parques públicosy la llegada masiva de soldados de la ONU dejó a la ciudad como blanco para la rápida expansiónde la epidemia del cólera.Y, en el medio, las revueltas y protestas por acusaciones de fraude en las elecciones presidencialesde diciembre de 2010.
Así estaba Haití el 5 de enero de 2011, cuando llegamos a Puerto Príncipe un grupo de jóvenes deArgentina, Brasil, El Salvador, Finlandia y Letonia, que viajamos como voluntarios de JUCUM (Juventud con una misión) para quedarnos dos semanas brindando ayuda humanitaria. Al llegar, nos recibió la organización Misión Rescate, formada tres días después del terreno por rescatistas y voluntarios de diferentes ONGs.
Lo primero que vi fue gente de distintos paísescon un objetivo en común: ayudar. En Misión Rescate trabajan dominicanos, norteamericanos y haitianos. Paramos en una gran carpa de lona ubicada en uno de los estacionamientos de una base militar. El predio fue cedido a Misión Rescate por la policía haitiana. Allí mismo funciona una clínica para primeros auxilios y se reciben diversas donaciones de agua, medicamentos, ropa y alimentos no perecederos y se coordina cómo repartirlos. Hicimos tareas de limpieza y acondicionamos un salón que antes se usaba como farmacia para poder recibir entre 50 y 60 chicos varias veces por semana para compartir una merienda, juegos, canciones y enseñanzas con ellos. Como hablan en kreyol (creole o criollo haitiano, derivado del francés) necesitábamos todo el tiempode traductores locales. Vi su paciencia con nosotros y su esfuerzo para hacerles saber a los demás loque queríamos decir. Cada día se armaba un itinerario con los lugares a visitar. Estuvimos en diferentes campamentos.Desde los más organizados, donde se construyeron baños y las familias se dividían las tareas, hasta los más improvisados, ocupando las veredas con carpas rústicas.
Vi familias viviendo en la misma carpa que recibieron un año atrás; compartiendo baños químicos, bañando a sus hijos y cocinando en los mismos baldes, todo al aire libre, todo en el centro de la ciudad. Pero vi también mucha gente dispuesta a salir adelante, vendiendo comidas caseras o frutas o artesanías. Vi mujeres limpiando las carpas y recibiéndonos para que podamos charlar con ellas. Mientras que hay otros que se acostumbran a vivir de lo que les dan y entonces piden todo el tiempo.
También visitamos orfanatos. Vi mucha necesidad material y desnutrición, pero vi chicos alegres que nos recibían cantando y cuando nos íbamos, ¡seguían cantando! Los haitianos tienen mucho amor para dar. Vi matrimonios cuidando a esos chicos como si fueran propios. El terremoto aumentó la cantidad de chicos huérfanos y otros tantos están en orfanatos porque sus familiares no pueden hacerse cargo de la crianza.
Así como aman la música, los haitianos también aman el fútbol, especialmente el de Argentina y e lde Brasil. Leonel Messi y Kaká son las estrellas, incluso tienen sus fotos en colgantes y pulseras y sus caricaturas en los colectivos o “tap tap” (camionetas pintadas con muchos colores en las quehay que darle dos golpecitos a la carrocería para avisarle al chofer que uno quiere bajar).
Otro tema interesante es el de la moneda. Si bien la oficial es el Gourde, en la práctica se manejancon el “dólar haitiano”, que equivale a 5 gourdes pero que no existe tangiblemente. El razonamiento es que si algo cuesta 50 gourdes, el vendedor dice: “10 dólares haitianos” y el comprador compraporque en su mente 10 no es un precio tan caro… aunque termine pagando 50 gourdes. En este aspecto vi algunas similitudes con Argentina. Se percibe cierta “viveza criolla” especialmenteen los comerciantes de ferias y de ventas en la calle. El precio varía de acuerdo al que pregunte,y aumenta cuando el comprador es extranjero. Pero están abiertos a negociar, entonces con unpoco de asesoramiento de la gente local, se puede conseguir lo que se necesita a precios razonables, claro que luego de hacer los cálculos correspondientes.
Pero lo que más me llamó la atención es que, a pesar de vivir en condiciones que muchos denosotros ni siquiera imaginamos, hay muchos haitianos que tienen esperanza. Nos invitabana pasar a sus carpas, nos recibían con una sonrisa y un abrazo; los chicos nos decían“Argentina bom bagay” (Argentina, lo mejor) y nos saludaban mientras caminábamos. Unos días antes del terremoto, los diarios locales hablaban de “heridas abiertas”. Se habían decretado tres días de duelo nacional.Al caminar por las calles, fácilmente se percibía que era muy poco lo que se había hecho para mejorar las condiciones. Hay calles con los escombros tal cual quedaron después del terremoto, ni siquiera los corrieron a los costados para mejorar la circulación. Pero, a pesar de todo eso, el 12 de enero de 2011, desde las 6 de la mañana hasta las 10 de la noche, diferentes grupos cantaron en un escenario armado frente al palacio presidencial (que también está en ruinas). La música sonó todo el tiempo y cuando finalmente preguntamos quiénes eran y qué hacían, nos explicaron que se trataba de un encuentro para… ¡dar gracias a Dios por estar vivos! ¡Estaban celebrando la vida! Y aunque pueden tardar años y años en recuperarse, los haitianos también tienen cosas que enseñarnos. Vi entonces que hay esperanza.
