"...EL MODELO DE AMOR DE LOS HOGARES BERACA..."
- Romina Mazzaferri
- 25 sept 2014
- 6 Min. de lectura
(Publicado originalmente en inglés en TheFix, un sitio especializado en recuperación de adicciones, con el título "Another Way Than AA/NA? Consider the Loving Beraca Model From South America")
Los hogares Beraca en Uruguay, Argentina y Haití aplican satisfactoriamente un combo de técnicas clásicas y nuevas. Aquí, una historia.
Carlos ha sido adicto desde que era adolescente. “Después de mi primer cigarrillo de marihuana, no dejé de drogarme por 18 años. No paraba ni siquiera cuando tenía gripe o estaba resfriado” reconoce. Debido a su adicción, perdió contacto con su mamá, se fue a vivir solo, se quedó sin dinero y comenzó a robar para poder conseguir drogas.
Una mañana, narcotizado y sin un peso, comezó a destruir las paredes del departamento que alquilaba; golpeó los muebles y destruyó las instalaciones eléctricas. Lo echaron. Carlos quedó en las calles de Montevideo, Uruguay. Pronto se acostumbró a esa vida. Cuando se quedaba sin drogas, consumía cualquier cosa que pudiera, incluso alcohol etílico o paco. Según opiniones médicas, el efecto del paco en los adictos produce una "regresión como si fueran animales".
La situación en Uruguay respecto a las drogas es similar a la de Argentina. En las últimas décadas; por las crisis económicas y su repercusión social, el crecimiento de las villas miserias y el escaso control en las fronteras, el consumo y el tráfico de drogas se incrementaron. El paco y la pasta base se difunden entre los secundarios, especialmente de bajos recursos. (...) Es este contexto complejo de pobreza, violencia y exclusión, la difusión de estas drogas se extiende con consecuencias nocivas para la salud. Ambos países lideran la región en consumo de otras drogas (...) Uruguay legalizó su consumo el año pasado.
En esta situación estaba Carlos antes de descubrir la comunidad Beraca, tal como lo relata ahora: "A veces me despertaba en un hospital y no recordaba si me había atropellado un camión o qué. Mi apareciencia era terrible. No me corté las uñas por más de dos años y pasé un año entero usando la misma ropa".
Una fría mañana, mientras mendigaba por la calle, se le acercó un hombre joven. Estaba bien vestido, "así que le pedí 20 pesos", relata Carlos. El joven se detuvo. Le dio los 20 pesos y se quedó un rato más, hablándole. De repente, se sacó su campera, se la entregó a Carlos y le dijo: "Acercate a una iglesia".
En otra ocasión, Carlos se hubiera reído de él porque ya estaba acostumbrado a que lo rechacen en cualquier tipo de institución, incluso en hospitales. Pero en ese momento de lucidez, intentó comprender porqué un completo extraño le daría su campera. No encontró razón alguna, así que decidió ir a la iglesia más cercana. Esa iglesia, "Misión vida" resultó trabajar con adictos.
Después de un par de entrevistas con los profesionales, Carlos accedió a ingresar a uno de los hogares Beraca como interno. El pastor de la iglesia, Jorge Márquez explica: “Nos enfocamos en las personas socialmente marginales. Muchas de ellas son víctimas de drogas, alcohol, violencia doméstica o abandono, entre otras problemáticas sociales". Márquez, quien también es el fundador de ESALCU, la organización no gubernamental que nuclea a los 36 centros Beraca en Uruguay, Argentina y Haití, recalca que el lema de Beraca es "cada comunidad es un hogar y cada persona, parte de la familia".
Desde sus comienzos, en el 2000, como parte ed un ministerior de la iglesia, los hogares Beraca se transformaron en un organización de la sociedad civil basada en una simple e inspiradora afirmación, enunciada por Márques: "Creemos que las personas pueden cambiar. Necesitan sentirse aceptadas y amadas para encontrar su propósito en la vida".
Al principio, Carlos rechazaba toda ayuda. Luego de varios días de interacción con los miembros del staff, empezó a abrirse con los profesionales y estuvo de acuerdo en comenzar la terapia de rehabilitación. Poco a poco, comenzó a trabajar en el hogar. Se cortó el pelo. Se afeitó. Empezó a comer bien.
“Al principio, tomaba cerca de 30 pastillas por día como consecuencia de los temblores que tenía por la abstinencia a las drogas y al alcohol. Recién después de un mes me di cuenta en dónde estaba. Empecé a ver que estaba rodeado de boques, con un montón de árboles y a tener un contacto real con la naturaleza. Empecé a hablar con los otros internos. Los veía cantar y trabajar felices. Yo quería eso." recuerda entre lágrimas Carlos .
Sintió amor por primera vez en su vida. Se sintió vivo. Se sintió especial: "la tisteza y la soledad se habían acabado" rememora. "El amor, el propósito y el valor de mi vida reapareceron en forma concreta". Se convirtió al cristianismo y le decía atodos que Jesús había combiado su ida. Ahora, afirma que puede sentir por otros el mismo amor que le tuvo aquel joven desconocido al regalarle su campera.
Como Carlos, hay cientos de hombres, mujeres y jóvenes que viven en los 36 hogares Beraca. El más reciente, es un hogar de niños en Haití.
Una de las principales creencias de Beraca es que el consumo de drogas es una consecuencia de los desórdenes familiares, y no una de sus causas. Por eso, la misión es proveer un entorno de amor, apoyo, paciencia, aceptación y aliento en el que cada persona pueda sentirse especial y desarrollar un sentido de propósito. Los internos encuentran que son personas significativas para otros. Y que tienen que ayudarse entre todos.
El trabajo es otro de los elementos centrales del programa. No se paga una cuota por la rehabilitación; en cambio, cada interno es un voluntario que elige un proyecto en el que trabaja y genera sustento para el hogar, a la vez que se entrena en un oficio. Así, los costos de los centros se sustentan por la venta de esos productos. Este trabajo entonces trae un doble beneficio: por un lado permite que cada hogar se auto sustente y por otro, permite que los residentes aprenden oficios y profesiones. Aprender esa profesión es, en verdad, parte del tratamiento.
Cada hogar promueve el desarrollo de habilidades emprendedoras en oficios particulares. Y esto también permite aprender a los internos disciplina, límites y estabilidad.
Cada hogar alberga un promedio de 8 a 40 personas. En Beraca San Jacinto (Uruguay) diez hombres y un matrimonio trabajan en herrería, construcción y cría de cabras. Hay otra casa, exclusiva para mujeres, Beraca Tararira (también en Uruguay) en donde 17 chicas, víctimas de violencia o prostitución y mamás solas conviven, cocinan, amasan y fabrican juguetes que luego venden. En Beraca Frutales, 14 jóvenes cultivan manzanas, duraznos, ciruelas y vegetales. En Beraca Aigua, los internos construyeron usu propio horno para hacer pan y commidas caseras para la venta. Beraca también llegó a Argentina. El hora más nuevo se encuentra en la provincia de San Juan y abrió el año pasado con 8 jóvenes.
Cada persona enfrenta el desafío de auto superación, de aprender habilidades nuevas y de ponerlas al servicio de los demás. Así pueden disfrutar también del fruto de su trabajo. Márquez, por ejemplo, tiene dos hijas que se casaron con adictos recuperados. Las parejas también colaboran en la recuperación de otros adictos como testimonios vivos de que el cambio es real. Ellos "volvieron a ser buenos otra vez" dicho en sus paabras.
Muchos de los que se han recuperado deciden seguir viviendo y trabajando en los hogares. "Son ellos quienes permiten que la comunidad Beraca siga creciendo. Pasan a ser agentes de salud. Ayudan a otros" explica Mario Pirán, director de uno de los hogares.
Como parte de las tareas que se desarrollan en Beraca también hay internos trabajando en multimedia. Ellos editan un diario local, trabajan en radio y producen videos. Así transmiten mensajes inspiradores y de vida con testimonios de adictos recupeados.
¿Cuán completa es la recuperación? “No llevamos un registro de las personas que dejan el hogar. Algunas de ellas regresan, otro grupo es totalmente recuperado y otros cen nuevamente en la adicción” dice Pirán, quien, además, es uno de los profesionales que realizan las primeras entrevistas con los candidatos. “Cada persona tiene su historia; no hay un tiempo determinado de tratamiento. Recibimos a cada persona como parte de nuestra familia. Cada día compartimos experiencias. Y de a poco, cada uno comienza a hablar, a contar su propia historia, sus problemas, sus traumas. Hablamos y le damos a cada uno el tiempo necesario hasta que identifica la causa de la adicción. En ese momento, comienza un período de aprendizaje: desafiamos a cada uno a tomar responsabilidades, a enfretar su problema sin la adicción."
Carlos protagonizó un video explicandop cómo su transformación fue posible; cómo todo comenzó con una campera. El equipo multimedia también creó el hashtag #TantoParaAgradecer. Y Carlos expresa que tiene mucho por agradecer. Ahora quiere viajar a Haití a ayudar en la construcción del hogar Beraca para niños.
